"Seguir ocupándose de los géneros puede parecer en nuestros días un pasatiempo ocioso además de anacrónico".
Tzvetan Todorov
No pienso repetir tópicos, mas quedaron algunas preguntas pendientes de un anterior texto que comprometí resolver. Nadie me espera con cicuta hasta la vuelta del navío a Atenas y aún así me obligo a terminar de escribir esto apenas finalizado el 2023, con la misma seriedad que Sócrates versificó fábulas de Esopo antes de morir.
Vuelvan conmigo al primero de enero del veinte veintitrés, tal como lo veo, un augurio o profecía autocumplida; Benito arroja el celular de una morra a la bahía. El año, sin duda bien cabrón empezao. Una predicción contribuyendo a su propia realización.
Yo también quiero arrojarlo allá afuera, anteponer ante todo, la imagen de un Djinn maligno fascinado de morar en el lenguaje, quiero decir, un demonio cuyo único propósito es malinterpretar el sentido de los deseos. La letra de Yonaguni era, como muchas otras, apenas otra promesa aspiracional para curar ansiedades de futuro. La canción, lanzada a mediados del 2021, daba ya por perdido todo el 2022; años eclipsados por la pandemia, años de los cuales ya no recuerdo demasiado, excepto que fueron los más exitosos del conejo malo. Con estas precauciones revelo entonces mi predicción: no volverá.
Prohibido pensar en metáforas de ríos. Quiero evocar ahora historias de personajes que viven para lamentar el cumplimiento de sus deseos. Con un poco de suerte podré hacer algunas conexiones antojadizas, sobre todo chismosas y obligadamente superficiales, a partir del etéreo mundo del género.
Tanta palabra sobrepuesta para ser por un segundo honesto: soñé con Rauw, a comienzos del año. No sé si clasifica como soñar, pero despierto no estaba cuando una voz me comandó a escuchar su último disco. Supongo que no es tan raro este gesto del inconsciente, buscaba una sucesión de poder. Mi apreciación sobre Raulito era ya positiva, su voz melódica hacía el perfecto contrapunto a los versos desparramados y excesivamente rítmicos de Chencho Corleone en El Efecto (2019) y luego en Desesperados (2021)1. Ese mismo año con Todo de ti quedaba claro que Rauw estaba más cercano al pop y los sonidos sintéticos y discos, buscaba otra cosa. Recuerdo tararear su tema con Shakira a comienzos del 2022 (no pudiendo en principio distinguir sus voces) y estaba al tanto de su relación con Rosalía -ya llegaremos a ello- pero no había escuchado aún Saturno, su segundo disco de estudio que sacaría en noviembre de ese año, finalizando la pandemia. Terminada la escucha, la joya de la corona claramente era Punto 40.
No sé por dónde empezar con esta canción. Opto por la guerra: representa el momento en que la serpiente se come su propia cola; quiere mantenerse con vida fagocitándose a si misma. Hay un grado de sofisticación que devela un producto perfectamente construido sobre esta fragilidad. En el mejor de los casos, se alimenta, y en el peor, parasita, de los constitutivos formales del género: aquellas condiciones sin las cuales no es o degenera en otra cosa.
Punto 40 es una paradoja, demuestra que el reguetón está muerto en vida.
Esto no es una novedad. Hay un video completo del Chombo donde se desarrolla esta idea, del cual sólo recalcaría lo siguiente. Primero, la distinción del reguetón pop y el reguetón de la mata. Segundo, la analogía del pop como género parásito. “El pop no es un género (…) el pop es como si fuera un parásito de todos los géneros (…) que se alimenta de lo que necesita de otro género bien establecido y lo convierte en otra cosa”. Por último, una metáfora final del pop como un agujero negro: “absorbe todo lo que está alrededor”. El pop como una estrella negra que colapsa sobre si misma, atrayendo y unificándolo todo, volviendo lo singular en una homogénea nada.
No perdemos tiempo en recordar que Puerto Rico intentó (aún el sueño húmedo de tanto cabrón) prohibir el reguetón pues era música ofensiva, subversiva, criminal, pornográfica. Discos fueron decomisados y quemados. Apenas productos precarios de chicos y chicas de poblaciones periféricas que grababan sus voces rapeadas sobre cajas de sonido y beats sin matices en versiones piratas de Fruity Loops. El Reguetón era música underground, le tiraban al gobierno, a los ricos, la policía, era música del caserío. De pop nada.
El Punto 40 de Rauw es en realidad la quinta iteración de la misma canción, un remake. Fue la forma que usó un artista pop para hacerse del aura marginal, original, del género. Una forma de volver a la mata, pero asimismo dando el golpe de gracia al género. El uróboro ya tanteado.
El Punto 40 original de Baby Rasta y Gringo fue producido el año 1996 y publicada en DJ Playero 40. Daddy Yankee (que en ese tiempo usaba bigote) aparece en 3 temas de este disco: Usa la Uzi, Nunca lo Olviden y en el medley/compilado para la radio donde se incluían todas las canciones del disco. Don Chezina, Ruben Sam, Miguelito, Frankie Boy y por supuesto Gringo & Baby Rasta, todos juntos y revueltos con el big boss en el mismo tema. Leo un comentario de Youtube: Cero Autotune en estos artistas mis respetos a todos los de la vieja escuela desde los tiempos de Playero.
Una segunda versión se publicó dos años más tarde y contó con un video promocional donde se ve a Baby Rasta y Gringo manejando en la carretera y haciendo lip-synching en distintas locaciones en Universal Studios. En el segundo 30 del video muestran con orgullo un billete de 100 dólares. Se siente súper inocente y real en su carencia. Otros tiempos sin duda.
Veo una entrevista de Baby Rasta del 2006 en la televisión puertorriqueña en un programada llamado el Show de Cristina. Baby Rasta es muy elocuente y ya comenta cómo ha cambiado el género, cómo las canciones se han vuelto mucho más suaves, melódicas y románticas, más pop. Siento pena escuchándolo. “Yo soñaba estar aquí, soñaba que mi música llegara a los MTV". Era el sueño logrado de unos pocos cabros del barrio.
Yankee había llegado al éxito e internacionalizado el reguetón desde el 2004, carro al que se subirían prontamente muchos otros. Como botón de muestra, Shakira y Wycleff Jean sacaban Hips Don't Lie con una una base dembow.
Baby Rasta no esconde su desagrado, artistas pop haciéndose de lo que no era de ellos mientras él se quedaba atrás en su carrera. En el programa también estaba Carlos Ponce, un cantante pop genérico de los 90s; alto, mandíbula cuadrada y ojos verdes. La entrevistadora le pregunta al reguetonero si le gustaría hacer un featuring con el galán, (muy popular por entonces), Baby Rasta se emociona y hasta lo abraza, diciendo que por supuesto. La canción jamás se hizo.
El sueño del featuring recién llegó a finales del 2022 con Rauw.
Su video musical plantea una estética distinta a lo que normalmente se muestra en el género: mujeres voluptuosas, aires de superioridad material, bling bling y grandes automóviles. En este caso la iconografía está más vinculada al anime y a un futurismo hyperpop. Igual, no deja de plantearse un tipo de hipermasculinidad, que intenta hacerse del origen marginal, esta vez idealizado y sofisticado para consumo masivo. Como el Derelicte de Zoolander, pero aquí en serio. En la narrativa del video, asistimos a una especie de prisión espacial donde los reos entrenan, juegan al fútbol y bailan. Rauw y Baby Rasta emulan la escena en el carro, pero sin manejar. Quizás la imagen más real de algo que muere y es en consecuencia momificado para volverse eterno. El género es ahora un zombie, ya no podrá realmente morir pero tampoco volverá a estar vivo.
No pensé ninguna de estas cosas cuando escuché por primera vez la canción, me la bacilé intuyendo que la influencia de Rosalía era beneficiosa para el puertorriqueño. La propuesta era distinta, el artista que emergía estaba más preparado que otros.
Pensé: el rey Bad Bunny ha muerto, larga vida a los nuevos reyes del género urbano. Aunque esta predicción ya está fallida es inevitable ahondar de todos modos sobre Rosalía.
Consideré tomar un derrotero obvio como “Motomami (2022) es un disco experimental y caótico, lleno de detallitos y de detalles, el hábitat de los demonios”. Mejor intentaré aproximarme desde otro lugar.
Llegué sin planearlo a la Ciudad de México para ver a Rosalía el 28 de abril de 2023. Diré sus nombres en voz alta porque no estuve solo: Aketzaly, Iván, José Manuel, Melissa, Selene y yo. Fuimos seis entre ciento sesenta mil. Me hice parte de la banda de poetas mexicanos que conforma la Querida Librería, a unas cuantas cuadras del Zócalo, desde donde esperamos para integrarnos a esa marea. Tuvimos que convencer a Selene de asistir, quien tenía un reproche político atendible: Pan y Circo. Tuvimos que decirle: tienes que ir, será histórico.
Esperamos de pie unas cuantas horas antes, cerca de una pantalla, lejos del escenario y con el sol recién aligerándose. Especulábamos si Rauw la acompañaría, qué canciones cantaría, si incluiría en el show alguna bulería.
El show fue luciferino, una misa devil donde la artista aspiraba encarnar la belleza. Lo lograba. Repetí para mis adentros con los escolásticos: ens et unum, verum, bonum et pulchrum convertuntur. Con José Manuel casi afirmamos al mismo tiempo: Rauw es un tipo muy afortunado. Teníamos que movernos y yo estaba agotado. Presencié ahí cómo la masa de gente se comporta tal como cuerpos de agua, fluyendo intranquila hacia las pocas salidas disponibles. Grupos en reposo, haciendo de islotes, generaban cascadas y rápidos a sus costados. Nosotros moviéndonos en hilera, yo el último en la fila. En ese momento lo único real era la espalda de Iván, a la cual me aferraba para no perderme entre la corriente.
Terminamos en un bar de mala muerte cerca de Garibaldi. Un caballero nos vino a pedir dinero, nos dijo que era escritor y nos quería chamullar sobre su tesis. Toda la gente extraña, escribe, un axioma. Tuvimos que darle unas monedas para que se fuera cuando dijo que era egresado de la Facultad de Letras y Filosofía de la UNAM. Al fondo, una pareja mayor calentábase la sopa perreando Motomami.
Deliberadamente me salté otro momento que sentí muy incómodo. Rosalía cantando La Llorona en el corazón de Tenochtitlán. Pensaba todo el momento que se podían esperar chiflidos. Pero no. Supongo que si los mexicanos no se sintieron incómodos, yo tampoco debería.
Las críticas de apropiación del flamenco y lo latino están sobre la mesa, premios de por medio. Considero complejo hablar de apropiación en la cultura. No tengo parámetros claros para mensurar el valor o desvalor de dicha acción, apenas unas nociones más estéticas que éticas. Con la española se me hace dificilísimo pues su obra perfecciona, notablemente, el material de base. “Vengo de una generación que nació con la globalización e internet. Eso lo ha cambiado todo. Nunca pienso en la música como, '¿Es esto correcto o incorrecto?'. Siempre pienso, '¿Es esto emocionante o no?'" dijo Rosalía.
Rosalía & Rauw lanzando a comienzos del 2023 Beso, Promesa y también Vampiros: “Vampiros sonando ahora pa' siempre, somos inmortales”. ¿Fue Rauw un tipo afortunado? Tentado estoy de aplicar tesis de exotización latinoamericana. Al fondo de mi garganta un poco de rabia e incredulidad de pensar que racistas españoles llama Machupichu a mis hermanas, a mis hermanos, a mí. Historias que compartimos de hombres y mujeres españoles - europeos, gringos, primermundistas- que se hacen de un amante latinoamericano y absorben su “magia” y “energía” hasta que se aburren. Alegaciones de que Rauw era considerado poca cosa por los cercanos de la catalana. Vampiros. Rosalía acabando su era latinoamericana, para ahora comenzar su era Hollywood. ¿Es esta una predicción?.
Solo un poco más de leña al fuego. Hay trazas similares en la debacle de Benito: el deseo de entrar al mercado estadounidense, su relación con una Kardashian. Junto a ello, el intento de conquista del mercado regional mexicano y el lanzamiento de un (pésimo e irrelevante) disco de trap son aún otros dos síntomas de la decadencia del género como lo conocemos. En modo supervivencia, la necesidad de buscar pastos verdes, o más vivos. Pero lo reitero, no volverá, las gafas pendejas del poder y el dinero lo volvieron un tipo incapaz de disculparse por hacer algo que está mal, más encima tirándole barras a la chica del celular y llamando a la gente que vaciló una canción con su voz generada en Inteligencia Artificial como no real. Insoportable. El problema ahora, de este billonario, es de clase social.
El vacío de poder que yo creí sería llenado por Rauw & Rosalía, se inclinó claramente hacia el regional mexicano. Anuel y Ozuna ya habían intentado a inicios del 2021 entrarle a ese mercado con Municiones. No pasó demasiado. Con más éxito, Bad Bunny hizo lo suyo el 2023, solo gracias a la calidad del Grupo Frontera. En ambos casos el plan fue intentar colarse en este mercado.
Fue una jugada más sencilla para Peso Pluma, Natanael Cano, Gabito Ballesteros dejar atrás las ropas de ranchero y asumir estética de rapero para ser también considerados en la categoría de artistas urbanos y ganar premios internacionales. No fueron los grammys de Peso Pluma los en su momento que me convencieron, si no los verduleros de la feria vacilando corridos tumbados. Escuché Cris MJ en Tepito y a Julianno Sosa en Insurgentes, pero más escuché a Peso Pluma en Santiago de Chile ¿Hasta donde llegará la influencia de estos ritmos belicones? Difícil de predecir mis carnales, ya no se trata de buenos productores armando samples y beats en una computadora, si no de músicos y orquestas tocando instrumentales. La brecha es muy grande como para pensar que otro país distinto de México puede producir música así. Misterios del 2024.
Las predicciones ayudan. Una visión confusa de lo que puede ocurrir supera con creces la oscuridad. ¿Qué esperar?
No lo sé, yo solo espero más discos como “Bajo Bajo Mundo” de Yung Beef. El anunciado álbum de Bad Bunny parece un sietemesino al lado de este breve EP de 25 minutos. Impredecible, ecléctico, incómodo y experimental. Reguetón, Dembow, Trap, Guaracha, Bachata y más. Playero detrás de unas de las mejores canciones del disco (Triste) y Marcianeke aprovechado magistralmente en Waranteo, un featuring único.
Por favor, para el 2024, nada recocido. La creatividad como una forma de hacer mucho con poco, alejándonos del estancamiento y la muerte. Sigamos ociosos, pero superemos entonces discusiones anacrónicas sobre el género y declararemos con Fernandito de forma naïf:
Y es que el perreo era nuestra religión.
Chencho Corleone es mi artista de reguetón preferido, por lejos. Su influencia cruza la mayoría de los tópicos de este texto. La hablante de Candy de Rosalía conoce a su desamor bailando Candy, el clásico de Plan B.
En Desesperados, Chencho introduce el neologismo Bellaquera, reemplazando al de Bellaqueo ya advenido por Corleone. ¿Cuál era la necesidad de tener un segundo sustantivo verbal? Bellaqueo describe una situación estática y especificada “Un bellaqueo es lo que la baby pide” (Ozuna). “Ven, chica, ven. Aquí hay bellaqueo”.(Plan B). En cambio, Bellaquera parece un concepto continuo, atemporal: “La bellaquera nos domina siempre que tú y yo no' vemo“ (Chencho). “Es que la bellaquera contigo, con nadie más la consigo” (Rauw). Innovación mami.
Toda su carrera es una nota al pie de página del género, sin la cual el mismo no podría comprenderse, ni vacilarse, del todo.