Tenía 8 ó 9 años. La profesora nos introdujo la próxima lectura obligatoria: "es hora de que comiencen a leer libros de grandes, libros sin dibujos". Nunca lo olvidé.
El valor del texto por sobre la imagen es indiscutido en la jerarquía de contenidos de un libro o publicación. La imagen no está más que para "secundar", "adornar" y "hacer accesible" la palabra, su rol se reduce a lo ornamental. La historieta -mestizo bastardo- queda a medio término entre dos artes mayores: literatura y pintura.
La uso de ejemplo, pues parece incapaz de ser percibida como un producto cultural con una identidad, recursos y desarrollo propio; siendo catalogada como un divertimento o instrumentalizada como una literatura light para promover la posterior lectura de "libros de verdad". De hecho muchas veces se la utiliza para adaptar clásicos y hacer su lectura "menos aburrida" o accesible.
El disvalor de la historieta, y las artes gráficas en general, es un fenómeno que permea las esferas institucionales del libro, desde la producción hasta su circulación y posterior recepción crítica o mercantil.
Menciono algunas manifestaciones: bajo grado de profesionalización de sus productores, escasos premios pecuniarios de origen público o privado, no es considerada por la academia, ni por la crítica, ni tampoco por la educación pública en los programas de lecturas obligatorias y, para colmo, las ferias del libro, tanto grandes como pequeñas, intentan separar a las editoriales de libros "con dibujos" y "sin dibujos".
Este disvalor está tan arraigado y es tan poco discutido que parece normal, por ejemplo, generar un pabellón "juvenil e infantil" y meter ahí -sin distinción - cualquier tipo de historieta, manga o libro ilustrado; o incluso separar los espacios de stands en una "plaza del texto" y una "plaza de la imagen", como se hizo en la Furia del Libro. Separación ridícula que no obedece a razón alguna más que a la de segregar y que, en realidad, es impracticable desde el momento en que todo libro intenta conquistar al lector desde la primera imagen que es su portada. Más aún, el libro, es esencialmente una pieza gráfica.
No entiendo por qué la imagen porta una carga de infantilización, ni cuáles son las razones por las cuales la educación y cultura gráfica son tan pobres en desmedro del texto. Es cierto que tampoco existe una sólida educación y una cultura del texto, pero es innegable que el valor otorgado a la habilidad de lecto-escritura es mucho mayor que a la del dibujo; y que un poemario o una novela son consideradas obras más cultas o valiosas que una historieta o un libro ilustrado.
Esta operación siempre acontece en desmedro de la imagen, quiero decir, desde la óptica del “cultismo” podemos ver poemarios con uso de ilustraciones donde se aprecian severos descriterios sobre la pertinencia, coherencia o calidad de las mismas y ningún apunte de crítico al respecto. O incluso otros casos más graves como La Aparición de la Virgen de Enrique Lihn -un autor que viene de las Bellas Artes-, donde la obra original -compuesta de texto y dibujos del autor- fue completamente mutilada.
La infantilización de la imagen es perniciosa en la educación y provoca consecuencias negativas que atentan contra el desarrollo humano como ser libre, digno, creativo y capaz de insertarse en la cadena de comunicaciones que constituye la cultura. Creo que el problema radica en que hemos separado desde la infancia una actividad de la otra -dibujar y escribir-, siendo que su raíz común es el marcaje de una superficie.
Vivimos en un mundo de imágenes. Pasamos la mayor parte de nuestro tiempo sumergidos en pantallas y superficies colmadas de formas, colores, patrones y tipografías. Pantallas y superficies diseñadas para provocar a receptores incapaces de descodificar las disposiciones e intenciones específicas de cada pieza gráfica, de tal forma que estas "entran" sin ningún obstáculo, aun cuando apenas sean vistas unos cuantos segundos.
La generación automática de imágenes ha acentuado esta brecha entre consumo, producción y análisis crítico de imágenes. La falta de habilidades de lectura visual hacen de la imagen artística un recurso “dispensable”, un commodity generable en apenas un par de clics. Se presupone que los receptores no notarán la diferencia, que no podrán distinguir los detalles ni sentenciar si una imagen está mal diseñada o no. Es un triste presupuesto de mala fe sobre el mundo.
Considero peligroso que no exista una mínima educación para reflexionar sobre lo que una imagen quiere conseguir de su espectador1. Pero no es solo eso, sino cómo un sujeto produce efectivamente una imagen o incluso cuáles son las consecuencias de dejar en manos de un generador de pixeles la intención comunicativa, sin ningún tipo de trabajo posterior. Para efectos de dar un contenido concreto a este punto podríamos partir enumerando las habilidades que definen el “Alfabetismo Visual”2:
Interpretar imágenes.
Analizar el significado de las imágenes.
Evaluar imágenes y sus fuentes.
Utilizar imágenes y medios visuales de forma eficaz.
Diseñar y crear imágenes y medios visuales significativos.
Todo lo anterior, implica en su conjunto, la habilidad de comprender el contexto más amplio que rodea la creación y el uso de imágenes y medios visuales, incluidas cuestiones éticas, estéticas, históricas, legales, sociales y económicas.
Tengo interés en hacer algunos breves ensayos prácticos sobre esta materia analizando ejemplos concretos en esta tensión texto-imagen; este aquí es apenas un pobre diagnóstico de una cuestión compleja. Solo quería apuntar de momento la ignorancia, prejuicios y problemas que existen sobre este asunto.
Es evidente que hay mucho qué hacer para equiparar las cosas y potenciar esta facultad-actividad que no es considerada como "útil" por la sociedad: escribir es una obligación; dibujar, un pasatiempo. Leer solo se predica de los textos.
Para finalizar, como propia guía de lo que ha de venir, quiero dejar aquí consignadas ideas o intuiciones de cómo entendemos la relación entre texto e imagen; y cómo hacemos libros. Hipótesis que tal vez puedo revisitar, tensionar, complejizar o desechar, con la ayuda de los que quieran leer:
Es humano rayar superficies. Conservar mensajes.
Primero vino el dibujo y mucho, muchísimo tiempo después, la escritura.
La escritura occidental es alfabética y cada grafía representa un sonido. No es el único tipo de escritura posible.
La tipografía es la imagen del texto.
La imagen y el texto permiten distintos niveles de abstracción y representación del mundo. Se piensa distinto el mundo en imágenes.
La imagen y el texto se pueden combinar y secuenciar; de hecho, lo hacemos.
Se puede narrar -contar historias- solo con imágenes; de hecho, lo hacemos.
Dibujar y escribir provienen de un mismo gesto de la mano.
La lectura se realiza a través de la vista; la cual registra, escanea y descodifica los símbolos dispuestos en una superficie, incluido el vacío. La secuencialidad de la lectura depende de cómo disponemos objetos en el lienzo que llamamos página.
El libro es una tecnología de lienzos sucesivos.
Los libros no (solo) se escriben. Nunca se lee (solo) un texto.
Y por último, una pregunta a ti, lector, alguna vez dejaste de dibujar. ¿Por qué?
Esta es una afirmación que no debe tomarse a la ligera: la imagen es mágica. Podríamos ir más lejos, decir que nuestros hechiceros modernos son publicistas, quienes mueven nuestra voluntad para dar fuerza a sus sigiles de poder: marcas comerciales: estamos consumidos por la idolatría.
El término es muy malo en español, pero no he dado con una mejor traducción. En inglés se utiliza “Visual Literacy”, hasta donde sé, la formulación se realizó en el clásico libro de Donis Dondis “A Premier on Visual Literacy”. La lista a continuación proviene de https://www.highspeedtraining.co.uk/hub/what-is-visual-literacy/