Lo novedoso siempre tiene raíces en el pasado; o bien, la mejor forma de buscar ideas radicales o innovadoras probablemente sea estudiando historia, antropología o arqueología.
Dicho críticamente, un exceso de “presentismo” y la ridícula idea de la linealidad de la historia limitan nuestra capacidad de comprender el mundo que vivimos hoy, un mundo que se construye desde siempre a pesar de nosotros.
Estas dos cosas solo de pórtico para amenizar una historia que me asombra y divierte. Entra en escena el arte abstracto para contextualizar.
El arte abstracto ¿un fenómeno moderno?
A menudo se sitúa el arte abstracto como un fenómeno de la modernidad. Las vanguardias del siglo XX, queriendo alejarse de la figuración y el naturalismo -ya superados por la invención de la fotografía- llegaron a un nivel de maduración material y espiritual que les llevó a replantear lo pictórico a fin de analizar los elementos constitutivos de su arte: superficie, color, trama y formas.
Estos esfuerzos buscaban crear un mundo propio, ajeno a las reglas de la naturaleza, a cualquier tipo de narrativa o posibilidad de écfrasis. La idea era convertir la pintura en una sustancia pura, dotarla de un lenguaje propio o, si se quiere, hacerla intangible y acercarla lo más posible a la música. Lo crucial era imaginar “un nuevo paisaje”.
Aunque también ya es “historia antigua”, el legado de Kandinsky, Malevich y Mondrian en nuestra cotidianeidad está más presente de lo que creemos. Lo abstracto define buena parte de nuestro lenguaje visual común. Si hubiese que señalar solo una prueba de ello, sería lógico mirar los fundamentos del diseño gráfico. Pero no es esta la conversación que me interesa de momento.
Sabemos ahora, que aún antes de estos artistas, la pintura abstracta ya había sido explorado por Hilma af Klint (1862 - 1942). Ella nunca expuso sus cuadros y estipuló en su testamento que los mismos no fueran hechos públicos sino 20 años después de su muerte. Esta pintora sueca pareció comprender que su obra no sería valorada por su generación: pintaba para el futuro. Su voluntad fue respetada. Las cajas que contenían su extensa obra de más de 500 cuadros solo fueron abiertas a finales de los años 60s y desde entonces muchos historiadores han disputado el título de “padre de la pintura abstracta” achacado desde siempre a Kandinsky.
La historia de esta pintora es fascinante. Las pocas fuentes que pude encontrar en línea dan cuenta que su trabajo tenía motivaciones espirituales y algunos creen que es posible que Kandinsky haya visto fotografías coloreadas de algunas de sus pinturas, tomadas por Rudolph Steiner. Nada puede ser comprobado. Mas sabemos que Kandinsky dató su primer cuadro abstracto en 1910 y su libro-manifiesto “De lo espiritual en el arte” no sería publicado sino hasta 1911. Los primeros cuadros abstractos de Klint son de 1905.
Con todo, tampoco me interesa detenerme más aquí, pues tenemos indicios de que el arte abstracto fue concebido aún antes. Mucho mucho antes.
La Historia del Arte en Plinio
Cayo Plinio Segundo (c. 23 - 79) fue un escritor y militar romano del siglo I, conocido por el nombre de Plinio el Viejo. Escribió la celebre Historial Natural, verdadera enciclopedia del saber y las prácticas de ese tiempo. En ella recopila los principales conocimientos científicos y prácticas del mundo heleno, abarcando tópicos como botánica, zoología, mineralogía, medicina, geografía, cosmología, metalurgia, etnografía y prácticas artísticas entremezclando hechos verídicos con leyendas y, por supuesto, rumores.
El libro 35 de su obra está dedicado enteramente a la pintura, sus cultores y algunos géneros y técnicas.
En general, de la lectura de los 3 libros dedicados al arte (metalurgia, pintura y escultura) pareciera que Plinio tiene un criterio estético conservador, quiero decir, parece que la vara con la que mide la belleza de una obra o el valor de un artista, es la capacidad que tiene de representar la realidad. O sea, sigue la noción más común de lo que se entiende por arte: debe ser naturalista, realista, para ser buen arte.
Un claro ejemplo de ello es la anécdota que cuenta sobre una competencia entre los pintores Zeuxis y Parrasio:
Zeuxis (…) presentó 65 uvas pintadas con tanto acierto que unos pájaros se habían acercado volando a la escena, y aquél (Parrasio) presentó una tela pintada con tanto realismo que Zeuxis, henchido de orgullo por el juicio de los pájaros, se apresuró a quitar al fin la tela para mostrar la pintura, y al darse cuenta de su error, con ingenua vergüenza, concedió la palma a su rival, porque él había engañado a los pájaros, pero Parrasio le había engañado a él, que era artista.
Nada nuevo bajo el sol
Sin embargo, otros comentarios de Plinio no solo permiten inferir una opinión más profunda sobre el arte pictórico, si no que también describen lo que entendemos hoy por pintura abstracta. Algo inédito en la antigua Grecia.
Esto, a raíz de una supuesta visita de Apeles al pintor Protógenes, cuya residencia estaba en la isla de Creta. La anécdota es así:
Es conocido lo que sucedió entre Protógenes y él (Apeles).
Aquél vivía en Rodas y cuando Apeles desembarcó allí, deseando conocer la obra de éste, de quien tanto había oído hablar, no paró de buscar su taller. Protógenes se hallaba ausente, pero una vieja sola guardaba un cuadro de gran tamaño apoyado sobre el caballete. Ella le dijo que Protógenes estaba fuera y le preguntó a su vez «¿quién le digo que ha preguntado por él?», «esta persona», dijo Apeles, y tomando un pincel trazó por el cuadro una línea de color sumamente fina. Al volver Protógenes, la vieja le contó lo que había pasado. Dicen que el artista, tan pronto como contempló la delicadeza de la línea, dijo: «ha venido Apeles; ningún otro es capaz de producir algo tan acabado». A continuación trazó él con otro color una línea aún más fina sobre la primera y al marcharse, ordenó que si aquél volvía, se la mostrara y añadiera que éste era a quien buscaba. Y así sucedió. Volvió Apeles y, enrojeciendo al verse superado, con un tercer color recorrió todo el cuadro con líneas de modo que no dejó ningún espacio para un trazo más fino.
Protógenes, entonces, reconociéndose vencido, bajó presuroso hasta el puerto a buscar a su huésped y se complació en transmitir a la posteridad aquel cuadro tal como estaba, para la admiración de todos, pero especialmente de los artistas. He oído que se quemó en el anterior incendio del palacio de César en el Palatino. Yo tuve ocasión de contemplarlo antes: de gran superficie, no contenía más que líneas que se escapaban a la vista; aparentemente vacío de contenido en comparación con las obras maestras de otros muchos, era por esto mismo objeto de atención y más famoso que cualquier otro.
Una pintura que sobresale entre muchas otras otras de la época, fue apenas un ejercicio de estilo de Apeles. Protógenes decidió conservarla. Plinio pudo verla y gracias a ello nos queda su descripción1.
Un cuadro compuesto de finas líneas que abarcan todo un lienzo “vacío de contenido”, es en esencia, un cuadro abstracto, totalmente alejado de la representación y cuyo fin - si lo tuvo- es la comprensión que tenía el artista del medio pictórico, de sus habilidades y las habilidades de otros. Una línea sobre una superficie puede transmitir más de lo que parece, si somos capaces de observar y comprender qué hay en su articulación, los gestos que un cuerpo marca sobre una superficie.
Meditar sobre las posibilidades del arte, las condiciones materiales y técnicas del arte es tanto o más importante que el significado que se achaca a una obra, que muchas veces puede ser inexistente o (al menos) insondable.
Entender, por ejemplo, que el oso principal en la cueva de Chauvet fue dibujado en catorce trazos, que el artista uso el relieve como parte de su estructura, que supo tensionar la línea y además producir la tinta con sangre, grasa y carbón, debe ser, por sí mismo, objeto de maravilla y reflexión. Qué decir de su capacidad de síntesis y observación, la falta de un modelo directo, la memoria de una silueta y su iconicidad en la mente del artista.
En este sentido también volvemos y finalizamos con Plinio:
Pero hay algo que es ciertamente raro en extremo y digno de ser recordado: las últimas obras de los artistas y las que dejaron sin acabar son causa de una admiración mayor que la de las acabadas, porque en ellas se pueden seguir los pasos del pensamiento del artista, a partir de las líneas que quedan en el cuadro.
Solo quería escribir esto: los antiguos nos recuerdan que el ayer está lleno de futuro. La realidad es una obra inconclusa, procura observar las líneas difusas que quedaron en el lienzo.

Como nota al pie, la historia presentada, que culmina en Apeles, parece demasiado tejida en un ideario del norte global. Es tarea personal también, no quedar en la hegemonía. Lo obvio es decir: sus textos y cultura no fueron saqueados y quemados y entonces podemos volver a ellos y reconstruir. El sur no tiene ese privilegio, recordar es más difícil. Esto para decir, otra vez, el arte abstracto ha estado presente en muchas sociedades antes de las grandes colonizaciones.







