Una casa con múltiples puertas acechadas por policías corruptos; puertas descuidadas que los agentes de la ley franquean sin problemas buscando ilícitos insignificantes para sujetarnos a su autoridad. Me veo obligado a impedirles el paso exigiendo manifiesten sus facultades. ¿Acaso tiene algo que esconder?– amenazan desenfundando sus armas, luego se retiran. Merodean la casa, esperando una oportunidad. Reviso recovecos, el techo y las habitaciones solicitando al resto de los ocupantes el cumplimiento de una mínima regla: mantengamos cerradas nuestras puertas. De pronto, la certeza de que nada crece, nada puede distinguirse, en luz perpetua; de pronto, una boca abierta, dedos palpando tus colmillos. Abro puertas. En cada habitación una ilegalidad fabulosa y en la habitación donde estamos todos, la más absoluta ilegalidad.
@N.aramundiz + Cayo Cæctus
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