Takanakuy está lejos de arroparse con el pituco manto de la épica o lo trascendental. Todos admiran esas cosas, sí, las alaban, mas terminan leyendo y memorizando versos como los que encontrarás aquí. Meditaciones compartidas en el respaldo de un bus o un baño público, el voceo de un tianguero. Afiche derruido, luego meme lleno de glitches. Plazas y murallas son lienzos lascivos, poesía festiva. Lecturas entrecortadas, a grandes zancadas de silencio, urdiendo un mismo texto. Lo escaso complace: sabiduría al resumir y una gracia necesaria para hacer reír.
Así funciona la literatura, rifas unos berghazos y a veces, alguien decide comprar todos los boletos. En todo caso, no se preocupe por los puños, el Takanakuy inicia y se termina, entre abrazos.
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