(Como parte del proyecto de libros-objeto ASCOS recopilo material de revistas COSAS de los años 1979 y 1981 como archivo documental. Puedes seguir la recopilación que hago en este instagram. En ese contexto encontré esta entrevista a Enrique Lihn realizada por Patricia Moscoso en Noviembre de 1979 que transcribo completo a continuación).
Sus obras no se refugian ni en la mansión de la novela ni el torre de marfil de la poesía. Varios de sus últimos libros han sido editados en el extranjero porque, dice: “Aquí no existen las condiciones para publicar”. Frente a los novelistas hispanoamericanos “abusivamente privilegiados”, él se declara marginal. Y un buen poeta, cuando quiere serlo.
A primera vista no representa los 50 años que cumplirá en noviembre. Con su abundante y ondulada cabellera negra y su profunda voz de bajo hace recordar a Gerardo de Pompier, el personaje grandilocuente que creó hace ocho años y que personificó el año pasado en un acto público realizado en el Instituto Chileno-Norteamericano.
Enrique Lihn vive en una casa que es como una prolongación de sí mismo. En las paredes los libros han reemplazado al papel decomural y fuera de algunos afiches, el sombrero de copa de Pompier y unas figuras artesanales, no existen otros elementos decorativos. Los muebles también son escasos, adaptados al quehacer de este intelectual solitario y concentrado.
Siguiendo una tradición de los vates chilenos, Lihn celebrará en forma pública su cincuentenario. Más que una conmemoración este acto será un encuentro del escritor con todas las personas que han tenido que ver con su obra. Y un reconocimiento entre el autor y quienes se interesen por su literatura. Porque a él no le preocupa ser conocido por multitudes, sino por los que reconozcan en su obra un valor distinto.
Lihn escribió su primer libro, "Nada se escurre", cuando tenía veinte años. Con esto desafiaba todos los pronósticos: desde muy joven había entrado como alumno libre a la Escuela de Bellas Artes, para estudiar pintura. Allí permaneció durante seis años, hasta decidir que en realidad quería ser escritor. Se dedicó a las letras, sin desprenderse totalmente de la pintura ni de la escuela.
Combinando el pincel y la pluma se transformó en un "periodista cultural" al ocupar la secretaría de redacción de una revista editada en Bellas Artes, dejando el cargo para partir con una beca a París, en 1965. Volvió imbuido de conceptos nuevos sobre lo que debía ser la estructura universitaria, pero éstos no fueron muy bien acogidos y junto con el inicio de la reforma perdió su cargo en la universidad. Retornó a este ámbito en 1973, al incorporarse al Departamento de Estudios Humanísticos de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. Aquí desarrolla una labor de docente e investigador, tarea que combina con la creación literaria.
Aunque su obra es amplia, muchos de sus libros no se han editado en nuestro país. Esto, según explica, "no se dieron las condiciones para seguir publicando aquí, con un mínimo de tiraje, de distribución y de preocupación por parte de la crítica". Así ocu-irió, por ejemplo, con “La Orquesta de Cristal" , editada en Argentina en 1976. Sus próximos libros, "El arte de la palabra" y "A partir de Manhattan", tampoco serán publicados aquí. Asimismo, algunas de sus obras han sido traducidas al inglés y al francés y están siendo leídas tanto en Estados Unidos como en Europa.
A esto Lihn lo llama "un proceso de emigración no corpórea". No niega que en dos ocasiones estuvo tentado de seguir el camino de otros colegas latinoamericanos, para radicarse en París (que según Carlos Fuentes se ha transformado en la capital de la novela latinoamericana). Sin embargo, las dos veces que estuvo en Francia regresó al suelo patrio y, a pesar de las dificultades, ha publicado algunos libros acá: "La musiquilla de las pobres esferas" y "Paris, situación irregular" (editadas en 1976 y 1977 respectivamente), para no perder la vinculación con los lectores nacionales.
Lihn desdeña el romanticismo por la inteligencia. Y en este término envuelve la capacidad de reaccionar contra el engaño, el automatismo y las ideologías. Se sustrae a las condiciones de marxista y cristiano y se pone a un lado neutro agresivo:
"He perdido la fe necesaria para alinearme con una posición político-ideológica", dice "creo que eso conduce a conductas ambivalentes que no se resuelven ni en el plano político ni en el intelectual”.
"Me siento inclinado a la negativa, a un sentido crítico exacerbado que apunta fundamentalmente a las enfermedades de la palabra".
Proclama que la cháchara es uno de los elementos básicos del subdesarrollo ("usamos palabras y entorpecemos perpetuamente las tareas que realizamos"). Y en vez de hablar de las características propias de esta realidad muestra la pauperización a través del lenguaje.
Su principio de "negatividad" se manifiesta en "Paris, situación irregular" у "La Orquesta de Cristal". La primera es "el producto de las impresiones de un sujeto que nada tiene que ver en un sitio". La segunda, una monografía. Cuenta: "En 1900 se realizó en París una inmensa exposición de las artes y la industria". La capital francesa se transformó en la capital del mundo y allí se pre sentaron todo tipo de excentricidades, inventos delirantes, como esa orquesta de cristal. Sobre ella escribe Gerardo de Pompier -un personaje que había creado para la revista "Cormorán"-, que estaba en Francia como corresponsal del "Correo" de Valparaíso.
En la base de todo un andamiaje de crónicas que se edifican está un texto que puede ser de Pompier, pero que en realidad es un texto donde va su párrafo. La novela tiene una frase que utilizan todos los escritores. Me citan y por tanto hacen una involución, porque uno puede citar cosas pasadas, no las que van a pasar. Aquí se pone en evidencia el carácter inexistente de la novela que asume el futuro como pasado. También la palabrería es el factor dominante en "El arte de la palabra”, donde los personajes hablan en lugar de ser, de existir.
-¿No es contradictorio que usted sea tan crítico con las palabras, cuando en realidad las utiliza como elemento de trabajo?
Claro, pero uso la palabra con todos los deterioros que se le imputan. La uso y la niego al mismo tiempo.
"En mí hay una cosa desintegrada: conviven varios autores en un escritor. Quizá esta división tenga que ver con la realidad desintegradora en que estoy inserto. Mis novelas son recopilaciones de papeles y más que diagnosticar la enfermedad de la palabra presento la sintomatología.
No hace un diagnóstico, ni tampoco ofrece un remedio, ¿cree que lo hay?
-No me planteo ese problema. Quiero ser como un laboratorista que detecta ciertos fenómenos en la materia. Los aísla, los amplía y los muestra. Sartre decía que un escritor tenía suficiente trabajo con el hecho de mostrar una situación; otros debían cambiarla o adoptar una actitud frente a éso que se les presentaba.
"No sé si puede pensar ahora la cosa en términos sartreanos. Porque el veía la literatura en relación con la realidad y yo estoy trabajando en una zona en que lo real en la literatura es el lenguaje, siendo su referente el modo mismo de fabricación: el modo de pegar, torcer o alinear las palabras.
Entonces, ¿para usted la realidad se refiere sólo al lenguaje?
El lenguaje es tan real como cualquier otra cosa; es una especie de segundo cuerpo. Un instrumento para proponer o denegar proyectos. De manera que decir lenguaje es pensar en todas las implicancias que éste tiene.
"SOY UN GRAN POETA CUANDO QUIERO"
-¿Establece alguna diferencia entre la forma como escribe sus novelas y cómo hace sus poesías?
-Hay una fusión entre las dos, un espacio urbanizado. Cuando hablaba de esto con un amigo arquitecto me decía: “Tú ya no estás en la construcción de vivienda individual, sino que estás haciendo urbanismo".
"Mi obra es como un gran espacio donde hay unas cosas más comunicadas que otras. En cierta zona, en la plaza, por ejemplo, la fachada de la poesía está pegada a la novela. "París, situación irregular" no está escrito a la manera como se hace poesía; son impresiones que pasan del verso a la prosa. Es literatura agénere que en definitiva no se matricula en ninguna parte y que en el mejor de los casos va creando géneros nuevos.
-Pero "La pieza oscura' que escribió hace veinte años, es claramente poesía. ¿El resto de su obra corresponde a una etapa evolutiva?
-Corresponde a un desconocimiento de las fronteras. A una especie de literatura de contrabando que no reconoce las propiedades territoriales que son los géneros. Lo que hago en "El arte de la palabra", por ejemplo, no se aloja en la mansión de la novela ni en la torre de marfil de la poesía. Se mete en todas partes cuando puede. Los géneros son una cobertura, una especie de título que uno se cuelga. Mi literatura es algo a la intemperie.
-En Chile la poesía tiene una tradición de grandes figuras. ¿Siente su peso?
-No, porque también yo me siento un gran poeta. Soy parte de esa familia y cuando quiero serlo puedo ser un gran poeta. Siempre lo he sentido así, aunque cuando era más joven lo disimulaba.
"Además, me carga la figura de los "grandes poetas"; es impostada. Nicanor Parra ha sido un desarticulador de esa imagen.
-En la década pasada, y aun en ésta, la novela hispanoamericana ganó gran prestigio mundial. Más que los poetas, incluso…
Claro, en el conjunto latinoamericano los que tienen el prestigio son los novelistas, quienes se hicieron cargo de esta realidad patética, fabulosa, esperanzada, mágica, hispanoamericana. Pero para mí los novelistas son caballeros que viven en un género privilegiado abusivamente y frente a ellos yo me decreto lumpen: el tipo que pesca las palabras del suelo y con eso se hace la rancha del día. El que escribe de cualquier cosa en cualquier forma; especialmente la provisional, porque ésa es la que concuerda con todo.
"LA CULTURA ES ALGO IMPREVISIBLE”
-¿Hacia dónde cree que se encamina el proceso cultural chileno?
Plantear un proceso cultural en términos masivos significa la creación de una cultura sana, que no está al servicio de intereses determinados. Para que exista algo así en un país subdesarrollado, donde no hay capacidad para proponer otros niveles culturales, se necesita que exista un nivel cada vez mayor de democratización. Sólo así la cultura puede representar a la mayor parte del país y hacerse cargo de sus problemas. Ese es un ideal que no siempre se ha materializado. Los procesos culturales más ricos surgen en sociedades altamente conflictivas, donde la cultura se ha diversificado en distintas variantes. Creo que lo que se está dando como cultura aquí, en estos momentos, es un producto neutro, idealizante, escapista con respecto a la realidad. Pero por otro lado puede nacer una cultura no oficial, como ocurrió en el Siglo de Oro español, que surgió en medio de la represión eclesiástica, la pobreza, la censura.
"La cultura es algo imprevisible, porque es una respuesta múltiple a una situación”.
-De acuerdo a eso, ¿piensa que aquí se está dando un proceso cultural rico, o que esta sociedad no es conflictiva?
No se puede ser tan dogmático. Cuando se habla del problema cultural hay que distinguir distintos niveles. En el plano medio existen apagones culturales. Pero en otros terrenos "más profundos" puede suceder que en condiciones paupérrimas se esté dando una literatura importante como respuesta a esta situación. Una literatura que puede estimular otra manera de decir y de callar.
"Creo que aquí se han hecho cosas notables y que han sido conocidas, pero no reconocidas. En algún momento podrá hacerse un balance de lo que ocurrió entre 1970 y 1990 y se verán algunos sujetos con obras claves.
"En el campo de la literatura el asunto se ha dividido. Están los escritores exiliados y los que viven aquí. Entonces, cuando llegue el momento, habrá que hacer un balance dúplex, porque son dos maneras distintas de hablar, de escribir.
*En lo que respecta a los artistas que están acá yo diría que hay dos o tres poetas ya maduros que son buenos. Dos o tres pintores que se están alimentando de esta situación y que al mismo tiempo están dando una perspectiva distinta. Eso, aunque se ha visto, no se ha entendido. Y a lo mejor es bueno que sea así, porque ha aparecido la cultura como negocio. Gente que está haciendo una regresión escribiendo, opinando, pintando como si tuviéramos cien años menos, para obtener un apoyo o participar en un concurso.
-Pero hay gente que no tiene más salida que participar en concursos para mostrar lo que hace.
Por eso digo que en el asunto cultural hay distintos niveles y afortunadamente me muevo en uno donde no tengo ese tipo de problemas. No vivo del arte; nadie puede hacerlo, esa es una falsa ilusión. Es penoso que la gente se equivoque y busque esas alternativas.
-¿No es más penoso que no existan otras alternativas?
Claro. Y que los jóvenes tengan que recurrir a la Colocadora Nacional de Valores porque quieren montar un espectáculo o hacer una exposición, pero esto ocurre en todas partes y con todos los sistemas. Aunque en los países desarrollados si uno quiere pegarse un tiro frente a una cámara de televisión puede encontrar auspicio para hacerlo: no es necesario que la cultura sea bonita y de buen tono. Ni siquiera es necesario estar de acuerdo con quien presta la plata. Porque Marcuse estaba en contra del sistema total de la sociedad donde buscó refugio.
-Pero en este país ha sucedido que grandes financieras han premiado obras artísticas de un fuerte contenido visual.
-Yo creo que aquí lo que importa son las formas bonitas. Y si uno da a un contenido una forma canónica, ya no desentona y puede ser incorporado fácilmente por gente que tiene una cultura visual.
-¿Piensa entonces que la forma es más importante que el contenido?
-No los separo. Pienso que una técnica puede ser detonante y luego ser absorbida. Pero sí hay unanimidad en aceptar cosas que hayan pasado previamente por una tradición artística. Aunque ésta haya sido de ruptura.
-¿Cree que la ruptura de la técnica pueda ser lo más explosivo?
-Pienso que rompe con la visión estereotipada que tiene un sujeto sobre lo que es el arte moderno.
-Y su obra, ¿se encamina hacia esa ruptura?
Estoy en una poesía que espero no sea leída en los colegios en actos de fines de curso, por lo menos de aquí a veinte años.
Espero que ciertos poemas míos no puedan ser leídos nunca en un acto público.
-¿No le importa que gran parte de sus compatriotas no conozcan su obra?
Me importa caso por caso. Por eso voy a hacer estos actos de conocimiento y si alguien se interesa en conocerme que vaya a ellos. No me estoy dirigiendo a las multitudes para que se pongan a mi favor o en contra. Si lo hiciera tendría que cambiar todo mi sistema. Ser un cantante de protesta pasado al bolero.