Lo novedoso siempre tiene raíces en el pasado; si quieres innovar probablemente la mejor manera para hacerlo sea estudiando historia o arqueología.
El arte abstracto se cree un fenómeno moderno. Las vanguardias del siglo XX, queriendo alejarse de la figuración y el naturalismo -ya superados por la invención de la fotografía- llegaron a un nivel de maduración material y espiritual que les permitió analizar los elementos constitutivos de la pintura; punto, línea, color y formas, como medios para la creación de un mundo propio, ajeno a las reglas de la naturaleza, a cualquier narrativa o posibilidad de écfrasis. La idea era convertir la pintura en una sustancia pura, dotarla de un lenguaje particular o, si se quiere, hacerla intangible y acercarla lo más posible a la música.
El legado de Kandinsky, Malevich y Mondrian en nuestra vida cotidiana están más presentes de lo que creemos. Lo abstracto define buena parte de nuestro lenguaje visual cotidiano. Si hubiese que elegir una sola prueba de ello, sería lógico mirar los fundamentos del diseño gráfico. Pero no es esta la conversación que me interesa ahora.
Sabemos ahora, que aún antes de estos artistas, el arte abstracto ya había sido explorado profundamente por Hilma af Klint (1862 - 1942). Ella nunca hizo públicos sus cuadros y solicitó en su testamento que los mismos no fueran expuestos sino 20 años después de su muerte. Al parecer, esta artista sueca comprendía que su obra no sería aceptada por su generación. Las cajas que contenían su extensa obra solo fueron abiertas a finales de los años 60s y desde entonces muchos historiadores han disputado el título de “padre de la pintura abstracta” achacado a Kandinsky.
La historia de esta pintora es fascinante, sin embargo, tampoco me interesa detenerme aquí, pues tenemos indicios de que el arte abstracto fue concebido aún antes. Mucho mucho antes.
Historia del Arte en Plinio
Cayo Plinio Segundo (c. 23 - 79) fue un escritor y militar romano del siglo I, conocido por el nombre de Plinio el Viejo. Escribió la celebre Historial Natural, verdadera enciclopedia del saber y las prácticas de su tiempo. En ella recopila los principales conocimientos científicos y prácticas del mundo heleno, abarcando botánica, zoología, mineralogía, medicina, geografía, cosmología, metalurgia, etnografía y prácticas artísticas entremezclando hechos verídicos con leyendas y rumores. El libro 35 de su obra está dedicado enteramente a la pintura, sus cultores y algunos géneros y técnicas.
En general, de la lectura de los 3 libros dedicados al arte (metalurgia, pintura y escultura) pareciera que Plinio tiene un criterio estético conservador, quiero decir, parece que la vara con la que mide la belleza de una obra o el valor de un artista, es la capacidad que tiene de representar la realidad.
O sea, sigue la noción más común de lo que se entiende por arte: debe ser naturalista, realista, para ser buen arte. Un claro ejemplo de ello es la anécdota que cuenta sobre una competencia entre los pintores Zeuxis y Parrasio:
Zeuxis (…) presentó 65 unas uvas pintadas con tanto acierto que unos pájaros se habían acercado volando a la escena, y aquél (Parrasio) presentó una tela pintada con tanto realismo que Zeuxis, henchido de orgullo por el juicio de los pájaros, se apresuró a quitar al fin la tela para mostrar la pintura, y al darse cuenta de su error, con ingenua vergüenza, concedió la palma a su rival, porque él había engañado a los pájaros, pero Parrasio le había engañado a él, que era artista.
Nada nuevo bajo el sol
Sin embargo, otros comentarios de Plinio no solo permiten desentrañan una opinión más profunda sobre el arte pictórico, si no que también develan que el nacimiento de la pintura abstracta tuvo lugar en la antigua Grecia. Esto, a raíz de una supuesta visita de Apeles al pintor Protógenes, cuya residencia estaba en la isla de Creta:
Es conocido lo que sucedió entre Protógenes y él (Apeles).
Aquél vivía en Rodas y cuando Apeles desembarcó allí, deseando conocer la obra de éste, de quien tanto había oído hablar, no paró de buscar su taller. Protógenes se hallaba ausente, pero una vieja sola guaradaba un cuadro de gran tamaño apoyado sobre el caballete. Ella le dijo que Protógenes estaba fuera y le preguntó a su vez «¿quién le digo que ha preguntado por él?», «esta persona», dijo Apeles, y tomando un pincel trazó por el cuadro una línea de color sumamente fina. Al volver Protógenes, la vieja le contó lo que había pasado. Dicen que el artista, tan pronto como contempló la delicadeza de la línea, dijo: «ha venido Apeles; ningún otro es capaz de producir algo tan acabado».
A continuación trazó él con otro color una línea aún más fina sobre la primera y al marcharse, ordenó que si aquél volvía, se la mostrara y añadiera que éste era a quien buscaba. Y así sucedió. Volvió Apeles y, enrojeciendo al verse superado, con un tercer color recorrió todo el cuadro con líneas de modo que no dejó ningún espacio para un trazo más fino. Protógenes, entonces, reconociéndose vencido, bajó presuroso hasta el puerto a buscar a su huésped y se complació en transmitir a la posteridad aquel cuadro tal como estaba, para la admiración de todos, pero especialmente de los artistas. He oído que se quemó en el anterior incendio del palacio de César en el Palatino. Yo tuve ocasión de contemplarlo antes: de gran superficie, no contenía más que líneas que se escapaban a la vista; aparentemente vacío de contenido en comparación con las obras maestras de otros muchos, era por esto mismo objeto de atención y más famoso que cualquier otro.

Un cuadro compuesto de finas líneas que abarcan todo un lienzo “vacío de contenido”, es en esencia, un cuadro abstracto, totalmente alejado de la figuración y cuyo fin - si lo tuvo- fue transmitir nada más que las capacidades técnicas de su autor. Una línea puede transmitir más de lo que parece, si somos capaces de observar. Tal como la anécdota señala, esta pintura sobresalió entre muchas otras obras de la época, a tal punto que fue el mismo Protógenes quien decidió conservar dicho cuadro hasta donde sus capacidades lo permitieron.
Meditar sobre las posibilidades del arte, las condiciones materiales y técnicas del arte es tanto o más importante que el sentido que se achaca a una obra, que muchas veces es inexistente o (al menos) insondable.
Entender, por ejemplo, que el oso principal en la cueva de Chauvet fue dibujado en catorce trazos, que el artista uso el relieve como parte de su estructura, que supo tensionar la línea y además producir la tinta con sangre, grasa y carbón, debe ser, por sí mismo, objeto de maravilla y reflexión. Qué decir de la observación, la falta de un modelo directo, la memoria de una silueta y su iconicidad en la mente del artista.
En este sentido también dice Plinio:
Pero hay algo que es ciertamente raro en extremo y digno de ser recordado: las últimas obras de los artistas y las que dejaron sin acabar son causa de una admiración mayor que la de las acabadas, porque en ellas se pueden seguir los pasos del pensamiento del artista, a partir de las líneas que quedan en el cuadro.
Solo quería escribir esto: los antiguos siempre nos recuerdan que el ayer está lleno de futuro.







